Desfibriladores en discotecas y salas de ocio para salvar vidas
Una de las principales consignas de la cardioprotección y el cuidado del corazón es que cualquier espacio público con un aforo considerable debe estar equipado con desfibriladores para incrementar con él las opciones de salvar vidas en caso de paros cardíacos. Las discotecas o bares son un ejemplo de recinto donde estos dispositivos cobran un valor añadido.
En el mundo de la noche se reúnen muchas personas con ganas de divertirse y de disfrutar en locales como discotecas o bares musicales. En esta clase de circunstancias es muy frecuente el alcohol, uno de los factores de riesgo cardiovascular más importantes, y cuyo abuso es demasiado frecuente en estas fiestas. La combinación del alcohol con bebidas energéticas genera a su vez cambios de ritmo cardíaco totalmente inadecuados.
Lo mismo ocurre con otras sustancias de peligro incluso mayor, como drogas o estupefacientes que alteran el funcionamiento normal del corazón y lo pueden llevar a ritmos acelerados o de riego insuficiente para las funciones corporales. Asimismo, existe de antemano un riesgo determinado de paro cardíaco, especialmente en aquellos que no se ponen en manos del médico con la frecuencia que sería deseable y no están al tanto de su estado general.
Las discotecas no son solo punto de reunión para los más jóvenes, sino que hay también personas más maduras que las frecuentan por la noche. Es este grupo el que, por la cuestión de la edad, puede ser más sensible a sufrir una incidencia cardíaca sea por el motivo que sea, de modo que disponer de un desfibrilador en estos locales puede saldar estos peligros.
Discotecas con desfibriladores para prevenir
Las salas de ocio, recintos de conciertos o demás alternativas de ocio nocturno son, por tanto, áreas donde un desfibrilador puede ser de gran utilidad. La apuesta por la cardioprotección debe además acompañarse con la disponibilidad de personal formado en reanimación cardiopulmonar (RCP) y en el uso de estos equipos, así que capacitar a los camareros, trabajadores y a toda la plantilla multiplica la capacidad de reacción si uno de los visitantes sufre una emergencia.
Por otro lado, aunque a nivel nacional no existe una legislación que regule la presencia de estos equipos en espacios públicos como las discotecas o muchos otros, las normativas autonómicas de las distintas regiones españolas sí que tienen en cuenta la capacidad de los recintos para obligar a cardioprotegerlos. En España solamente Andalucía, Canarias, Asturias, Euskadi, Cataluña, Comunidad de Madrid y Comunidad Valenciana disponen de su propia ley en este sentido.
En el caso catalán y andaluz, por ejemplo, el desfibrilador debe estar obligatoriamente presente en espacios con capacidad superior a 5.000 personas; País Vasco, por su parte, legisla que los establecimientos con aforo superior a 700 personas también deberán contar con ello. En cuanto a Canarias, la ley afecta a teatros municipales, auditorios y salas de congresos con aforo superior a 1.000 personas.
Por su parte, los establecimientos, locales e instalaciones asturianas en las que se desarrollen espectáculos públicos y actividades recreativas, con aforo autorizado superior a 750 personas, han de disponer de cardioprotección. Respecto a la Comunidad de Madrid, su legislación afecta a los establecimientos públicos con un aforo igual o superior a 2.000 usuarios.
La última región en sumarse a las normativas específicas de presencia de desfibriladores ha sido la Comunidad Valenciana, que determina que aquellos establecimientos públicos con un aforo igual o superior a 1.000 personas tienen que equiparse con estos dispositivos. Bajo estos parámetros, pues, son muchas las macrodiscotecas, palacios de conciertos o salas de ocio a quienes afectan estas normativas.
No obstante, son muchos los bares o discotecas que, tanto por no pertenecer a estas CCAA como por no alcanzar el aforo necesario, no tendrían la obligatoriedad de incorporar un desfibrilador. Sin embargo, aunque no estén comprometidas por ley, alcanzar este compromiso no solo supone una muestra de responsabilidad hacia la salud cardíaca de sus clientes, sino también un valor añadido para la imagen que se proyecta del local en cuestión.