
La guía de la prevención del riesgo cardiovascular
“Vale más prevenir que curar” es uno de los refranes más populares entre la población y no deja de ser una verdad universal. Establecer conductas que permitan anticiparse ante posibles incidentes es crucial para poder reaccionar a tiempo y minimizar los efectos. Lo mismo ocurre con el bienestar y la salud social, puesto que el 14 de marzo se celebra el Día Europeo de la prevención del riesgo cardiovascular.
Esta iniciativa lleva desde 2005 concienciando acerca de cómo los cuidados cardíacos y la prevención ayudan a reducir los efectos de las enfermedades cardíacas, primera causa de muerte internacionalmente. El riesgo cardiovascular se multiplica a raíz de los hábitos perjudiciales que millones de personas realizan a diario, rutinas y acciones que dañan notablemente el corazón y se hacen más propensos a sufrir algún incidente de este tipo.
Los factores de riesgo cardiovascular
Según señala la Organización de la Salud (OMS), el 80% de estos fallecimientos podrían evitarse en caso de que se aplicaran auténticas conductas de vida saludable. Sin embargo, a pesar de que estas acciones no son particularmente exigentes ni suponen un gran esfuerzo para la ciudadanía, millones de personas arriesgan su salud cardíaca por culpa de unas costumbres totalmente inadecuadas.
Para conocer adecuadamente los factores de peligro para el corazón hay que distinguir entre los factores no modificables y los modificables. Los primeros son aquellos que van implícitos con la naturaleza de cada persona y sobre los que no se puede influir, como es la edad, el sexo o los antecedentes familiares. Por su parte, los segundos son aquellos que se han incorporado a nuestra vida, como el tabaquismo, el alcohol, el sobrepeso, el sedentarismo o el colesterol.
A continuación se exponen las principales acciones de riesgo cardiovascular adquiridas y cómo se pueden paliar muy fácilmente con tan solo un poco de fuerza de voluntad:
-Obesidad: a pesar de las campañas que buscan concienciar de que el sobrepeso es un grave peligro sanitario, la proliferación de la comida rápida y barata y el sedentarismo hacen que tanto los adultos como los niños tengan kilos de más. Para que los más jóvenes no sufran estos trastornos es importante brindarles una educación en la que la alimentación sea sana y variada y no abunden los refrescos o las comidas altas en grasas, sal y azúcares.
-Sedentarismo: el excesivo abuso del transporte privado y el abandono de las actividades deportivas han llevado a la sociedad a no cumplir con algo tan sencillo como hacer media hora o 45 minutos de ejercicio diarios. Desplazarse a pie o inscribirse a cualquier acción deportiva individual o grupal es una sencilla forma de desoxidar el organismo y mantenerlo activo para eliminar las calorías sobrantes que ingerimos y reducir así el riesgo cardiovascular.
Tabaquismo: los fumadores se exponen a un mayor riesgo cardiovascular, puesto que los cigarrillos y sus humos dañan peligrosamente el circuito arterial y el funcionamiento del propio corazón. Se calcula que el 30% de los españoles fuman regularmente, una cifra que se está reduciendo paulatinamente pero que cuenta con la alarma de que los jóvenes cada vez lo hacen antes, lo cual compromete su salud futura. una vez se ha conseguido abandonar el tabaco el cuerpo y la salud no tarda mucho tiempo en ir eliminando los efectos nocivos de este vicio, pues en apenas un año reduce a la mitad los riesgos de accidente cardíaco.
-Diabetes, hipertensión y colesterol: las recomendaciones de cinco raciones de frutas y verduras no son en vano: sus nutrientes son muy saludables y aportan minerales y vitaminas a unas dietas en las que abundan las grasas, la sal y los azúcares, francamente perjudiciales para el bienestar de las funciones cardiovasculares. Por tanto, la hipertensión, la diabetes o los problemas derivados del colesterol en sangre pueden paliarse con la ayuda de unos cambios en rutinas alimenticias.
El cuidado cardíaco es un reto diario y no debe tomarse como una obligación, sino como una responsabilidad hacia la propia salud. La prevención de riesgos vasculares es esencial para reducir los trastornos y problemas sanitarios derivados de un incorrecto trato hacia nuestro corazón y poder actuar sobre ese 80% de los fallecimientos derivados de algún riesgo cardiovascular.