El grave problema en el corazón del fútbol

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Basta con echar un vistazo a las parrillas televisivas, a los parques y las plazas de cualquier localidad y a los quioscos para constatar que no es casualidad que a darle patadas a un balón se le denomine el deporte rey. España es uno de los países del mundo con más campos de fútbol, casi 13.000 según el último Anuario de Estadísticas Deportivas emitido por el Consejo Superior de Deporte (CSD).

Estos recintos pueden albergar a más de 100.000 personas, como el Camp Nou del FC Barcelona, o simplemente estar cercados por unas vallas de hierro que separan a los jugadores de los espectadores, que solo tienen para sentarse las sillas del bar. En ellos se viven entrenamientos semanales y competiciones los sábados y domingos, y aunque no todas ellas congreguen a millones de personas delante de una pantalla, es idéntica la pasión por el deporte.

Lamentablemente, la cara amable del fútbol queda empañada demasiadas veces por tragedias en forma de paro cardíaco o muerte súbita u otras afecciones cardiovasculares. Los casos más conocidos fueron tristemente protagonizados por Antonio Puerta, jugador del Sevilla FC; y Dani Jarque, futbolista del RCD Espanyol, que alertaron de la necesidad de que los espacios deportivos cuenten con los servicios médicos y de cardioprotección adecuados.

Iniesta celebra su gol en la final del Mundial en homenaje a Dani Jarque. Fuente: El País.

Entre la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) se asumió en 2012 el compromiso de que todos los campos de entre Primera y Tercera división contaran con un desfibrilador, si bien solo las actuales Liga Santander y la Liga 1,2,3 son consideradas profesionales, pues las gestiona la Liga de Fútbol Profesional (LFP). Dado que en España la presencia de estos equipos de cardioprotección solo está regulada en Cataluña, Andalucía, Asturias, País Vasco y Canarias, son multitud las instalaciones que acogen a deportistas de todas las edades sin la seguridad cardíaca suficiente.

La muerte en las últimas fechas de un jugador aficionado zaragozano de 52 años remarca ya no solo la importancia de los controles sanitarios regulares en los deportistas, sobre todo en los mayores de 35, sino que la presencia de un desfibrilador en las proximidades puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Son varios los casos de incidencias cardíacas con graves consecuencias en campos de todo el país.

Rafael Lorente logró sobrevivir el pasado junio a una cuádruple parada cardíaca mientras disputaba la fase de ascenso a Tercera división con el CD Algar murciano gracias a un desfibrilador: “estaba jugando y me desplomé al suelo, sufrí cuatro paradas cardíacas. Fueron cinco días en coma, en hipotermia para minimizar los daños cerebrales, y 16 en la UCI con todo tipo de pruebas cerebrales y cardíacas”. A pesar de que el choque contaba con seis patrullas policiales, no había ninguna ambulancia: “había un desfibrilador y porque el presidente del club lo quiso poner, un médico y enfermeros en la grada y gente que sabía utilizarlo y hacer RCP. Me salvaron la vida tras 20-25 minutos esperando la ambulancia”.

“Había seis patrullas de policía vigilando el partido pero ninguna ambulancia”

Álex Aparicio, portero del Burgos Promesas en la Tercera División, sufrió el impacto de la rodilla de un compañero en la cabeza y fue la actuación de dos policías la que consiguió reanimarlo: “Me quedé inconsciente y sangrando por la cabeza, me dieron siete puntos. Tuvieron que meterme la cánula de Guedel con la ayuda de los policías, ya que la ambulancia tardó casi media hora en llegar”. A este guardameta le consta que el campo cumplía con la normativa de tener un desfibrilador, si bien asegura que cada año hay menos personal sanitario: “Antes había más voluntarios y ambulancias, al final todo se reduce al dinero y los clubes no se lo pueden permitir, las Federaciones deberían intervenir para garantizar la seguridad”.

“En una jugada fui a dar el balón de cabeza y un defensa me dio una patada en la cara. Caí desplomado, media hora parado el partido porque no me reanimaban. Un médico de la grada me metió el tubo de Guedel, llegó la ambulancia y todo quedó en un susto”. Camilo de la Red, joven futbolista del Cristo Atlético palentino, sufrió la escasez de efectivos médicos en los campos de fútbol de Tercera división: “No había nada, lo que hay es lo que tiene el propio club, son clubes modestos que no pueden pagar a médicos o recuperadores”. “

Rafael Lorente añade que en su carrera deportiva apenas ha contado con equipos de protección adecuados: “no suele haber nada, no hay ni ambulancias ni anda. Algún campo tiene desfibrilador y poco más”. Esta línea la recoge De la Red, que lo compara con Portugal: “cuando jugué en Portugal siempre había al menos una y dos sanitarios. En España está muy mal la seguridad, parece que no importa hasta que pasa algo. Habría que tener al menos un curso básico de reanimación cardiovascular para empezar”.

En cuanto a las soluciones de protección cardíaca, las normativas han hecho que los desfibriladores lleguen hasta Tercera división, aunque De la Red insiste en la importancia de que se sepan emplear: “Hasta hace no mucho no había desfibriladores, pero el problema es que la gente no los sabe usar y es como si no estuvieran. Los propios equipos deberían saber actuar en esas situaciones o que las federaciones saquen cursos a los que sea obligatorio asistir para ser entrenador”.

Mientras el fútbol y el deporte de élite cuentan con privilegios tanto económicos como sanitarios, las categorías inferiores o aficionadas se encuentran cada semana con trabas muy peligrosas para seguir disfrutando de las actividades deportivas, que a su vez son muy beneficiosas para la actividad cardiovascular. El compromiso de los organizadores de los campeonatos es esencial para conseguir que el corazón del deporte rey siga latiendo con seguridad.

Desfibrilador.com
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